lunes, mayo 14, 2007

SECRETOS DEL CUERPO ROTO

Marilyn Monroe era de carne y hueso. Se nos olvida porque la muerte la atrapó en pleno esplendor a los 36 años, y la capacidad que tenía en vida para fascinar, enamorar o ser soñada adquirió entonces una dimensión cercana a la de una diosa. Pero Marilyn era tan real que hasta tenía vesícula. Ese órgano de nombre raro, que difícilmente sabríamos situar en nuestro propio cuerpo, también residía entre las sensuales curvas del mito cinematográfico de los años cincuenta. Lo sabemos gracias a Bert Stern, el fotógrafo que la desnudó durante la última sesión de fotos de Marilyn antes de su abrupta muerte por sobredosis de barbitúricos el 5 de agosto de 1962.


Seis semanas antes de aquella sesión, concebida para la revista Vogue por el que entonces era uno de los fotógrafos de moda más cotizados de Estados Unidos, el cuerpo de Marilyn era rasgado sin mimo sobre una sala de operaciones que dejaría sobre ella una gruesa cicatriz. "Fea, muy fea, hoy los médicos no harían una brutalidad semejante. Pero? ¿tú crees que a mí me importaba? Marilyn era bella de cualquier forma. Además, fue ella la que me propuso desnudarse". Stern así lo recuerda 45 años después en su caótico apartamento en Nueva York, mientras Marilyn escucha y mira silenciosa desde la pared con el mismo vestido negro con que apareció en la revista Vogue el día después de su muerte.
En realidad, Vogue nunca se atrevió a publicar aquellos desnudos que el año pasado se exhibieron en París y que ahora se verán en forma de libro por primera vez en España bajo el

título La última sesión (Electa). Pero Stern sabía que tras haberle quitado a Marilyn la ropa con la delicadeza que reflejan sus fotos, se había asegurado un lugar en la historia. "Me fui de allí sabiendo que tenía en mis manos unas imágenes muy especiales. Fotografiar a Marilyn era lo más grande que le podía ocurrir a un fotógrafo. Yo sólo tenía 32 años, estaba en la cima de mi carrera. Las estrellas me buscaban, querían mis fotos. Venía de trabajar con Elizabeth Taylor. Mi contrato con Vogue me permitía un número de páginas al año para hacer lo que quisiera. Y pensé en Marilyn. Todas las mujeres querían aparecer en Vogue, y ella estaba atravesando un momento en su vida y su carrera muy delicado. Por eso me atreví a pedirle que posara. Y supongo que por eso aceptó".
La estrella, que llevaba varios años intentando cambiar su imagen de rubia explosiva y atolondrada por la de actriz seria, acababa de ser despedida de la película de George Cukor Something's got to give. Además se había divorciado de Arthur Miller y su vida amorosa no funcionaba. "Hay gente que vive con una coraza a cuestas, y yo creo que ella era así. En los tres días que trabajamos juntos jamás dejó que esa fragilidad quedara al descubierto. Creo que sólo la cámara fue capaz de atraparla. Una vez, uno de esos biógrafos de Marilyn me dijo que ella marcó mi número la noche de su muerte. Yo nunca recibí esa llamada, no sé si es cierto. Pero si me hubiera llamado, habría corrido a salvarla. ¿Quién no querría salvar a Marilyn?", se pregunta un fotógrafo que, tras llegar a lo más alto, se precipitó al vacío de una vida enloquecida por las drogas.
Y fue precisamente Marilyn quien le devolvió todo. Tras empaquetar sus cosas, subirse a un barco rumbo a España y pasar allí casi un año, regresó a Nueva York a finales de los setenta con los bolsillos vacíos y sin saber qué hacer con su vida. "Una amiga me sugirió que hiciera un libro con las fotos de Marilyn, y en 1982 publiqué en Estados Unidos La última sesión, una pequeña selección de las 2.571 fotos que tomé". Con el adelanto recibido por aquel libro consiguió volver a arrancar. Desde entonces ha publicado varios libros nacidos en aquella sesión bañada en Don Perignon, le piden fotos de Marilyn "casi a diario" y no ha dejado de ganar dinero gracias a ella.
En realidad, Stern no tuvo una sola cita con Marilyn, sino tres. Acudió a la primera pensando que sería la única y sin imaginarse que la desnudaría en aquella suite del hotel Bel-Air, el legendario punto de encuentro de las estrellas de Hollywood. "Yo buscaba una sola foto. Quería hacer algo tan poderoso como el retrato que Edward Steichen le tomó a Greta Garbo en 1928 y que años más tarde sería portada de la revista Life. Quería atraparla a ella, Marilyn en estado puro", recuerda con absoluta nitidez a sus 77 años un hombre que debió de ser muy atractivo.
Marilyn llegó a la habitación con cuatro horas de retraso. "Me hizo feliz verla entrar por la puerta. Primero se miró al espejo, luego vio los fulares semitransparentes y las joyas que yo había traído y me preguntó si quería que posara desnuda. ¡El mito erótico de mi generación, dispuesta a quitarse la ropa delante de mí! Yo buscaba un retrato, no una fotografía de moda, así que insistí en que apenas hubiera maquillaje. Aquello fue creciendo y tomó una fuerza increíble sobre todo gracias a ella. El champán la relajó y pasamos doce horas trabajando sin parar. Creo que si aceptó desnudarse, fue gracias a su peluquero. Le preguntó su opinión, y él contestó: 'Me parece una idea divina'. Le estaré eternamente agradecido".
Cuando Stern habla de Marilyn, sonríe. "¿Qué si estaba enamorado de ella? ¡Claro! Todos los hombres lo estábamos. Era burbujeante, con una belleza limpia, bonita, se salía de la foto".
Cuando la actriz se fue, hacia las cuatro de la madrugada, Stern temblaba al pensar en las imágenes que tenía entre sus manos. "En Vogue gustaron mucho, pero me pidieron que hiciera una segunda sesión con ropa y maquillaje, así que una semana después volvimos a encontrarnos". Esta vez, Stern no pudo contenerse: "La tenía en la cama frente a mí e intenté besarla. Ella se limitó a decir 'no'. Capté el mensaje".
Pasaron un día más juntos y después sólo volvió a hablar con ella una vez por teléfono. "Quería ver las fotos antes de que se publicaran, y aunque Vogue nunca lo permitía, hicimos una excepción y le enviamos los contactos. Le gustaron, pero tachó con marcador naranja las que no quería que se publicaran. Dios sabe lo que vio en ellas. Para mí, todas son belleza en estado puro".
El libro 'Marilyn, la última sesión', del fotógrafo Bert Stern, publicado en España por la editorial Electa, sale a la venta el próximo viernes 25 de mayo.

FUENTE: Diario "El País", domingo 13 de mayo de 2007

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